jueves, 19 de junio de 2008

INSIGHT




Un manto de lluvia cae sobre la ciudad, limpiándola, purificándola, envolviéndola implacablemente con su fresco y suave perfume. Poco pueden hacer los pequeños seres humanos para contener este aluvión de vida, este cántico sereno e inefable, con el que la naturaleza nos obsequia, nos bendice.... sin intención, sin voluntad, sin conciencia de sí, pero absolutamente contundente. Así es el devenir del Cosmos; ajeno a nuestros efímeros intereses, a nuestros diminutos anhelos, deseos y sueños. Que mejor enseñanza nos puede ofrecer un Maestro que aquella que cala hondo en nuestros huesos y en nuestra carne; como el agua de este diluvio que limpia toda noción de grandeza que mora en nuestros corazones. Y sin embargo, que grande es abrirse a este sublime momento y dejarse ser, tan pequeño e insignificante, tan inexistente, como una pompa de jabón que vuela libre por el cielo de la impermanencia, tan vacío como el incienso que perfuma el altar de nuestra consciencia.

Por momentos, la gente se arremolina en la salida de los bares, de las cafeterías, en los portales de las casas, o en las ventanas.
Contemplan absortos la caída del agua, las riadas en las calles, con estupor y con admiración. Sin saberlo, desde lo mas hondo de si, sienten la llamada del Padre Cielo y de la Madre Tierra; y los reconocen con gozo y júbilo. De forma inconsciente sienten una íntima conexión con todo aquello que vas más allá de lo que creen ser. Se reconocen a sí mismos y a sus orígenes fluyendo entre las gotas o entre los remolinos. Por unos momentos desaparecen las personas, las mentes y las ilusiones... sólo queda una Mente Unica que magistralmente sintonizada, vibra y se observa a sí misma, siendo feliz de ser lo que es, en este instante que lo abarca todo.
Aunque sólo sea por unos segundos, o unos minutos, estas personas, estos niños, estas flores, estos edificios, estos Budas o estos Dioses, han abierto el cofre del tesoro que guardan bien escondido en su pecho; se han abierto a la totalidad de este Instante Eterno, rindiendo homenaje a lo que son y a lo que siempre han sido.

Es una estrella fugaz, un destello de luminosidad. Probablemente, para la mayoría, ni siquiera logre franquear el umbral de la consciencia. Pero aunque ellos se pasen siglos negándolo, durante una milésima de segundo, han sido felices, han subido al Cielo, han alcanzado el Satori, han muerto y han renacido, han volado con los Angeles, han encontrado el Santo Grial... no importa como nombremos a lo innombrable.
Si ellos supieran... si ellos tomaran conciencia de lo felices que han sido en ese microsegundo, si percibieran la ausencia de problemas, pensamientos turbulentos y frustraciones que había en ese mota de polvo temporal... si se dieran cuenta realmente, sus vidas jamás volverían a ser las mismas...
Y un microsegundo después... una vida nueva comienza, sin detenerse un instante. Una bocina, un semáforo en verde, coches arrancando, personas corriendo... La rueda de la vida sigue sin detenerse jamas, sin anclarse en la beatitud, sin complacerse de ver el rostro de Buda. El vacío se llena hasta la médula de fenómenos, que lo saturan todo, hasta el ultimo y recóndito paraje de la conciencia. Así es la Eternidad. ¡Imposible de atrapar!

Ante esta sublime enseñanza, miro al Padre Cielo, y me postro sobre la Madre Tierra, diciendo: ¡Gracias Maestro!

Lluvia clara;
tú que peinas con límpido aroma
nuestras laceradas almas.

Tú que azotas con brío
los paramos de la ignorancia.

Tú que devastas las áridas cumbres
abrigadas por las ilusiones.

Lluvia clara
Redímenos a aquellos
que contemplamos nuestro rostro en el espejo
Y seca las lágrimas
que enjuician y condenan nuestra existencia

Muhaken

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