martes, 20 de septiembre de 2016

El Amigo del Reflejo






¿Dónde te encuentras? Hace mucho que quería hablar contigo, pero no encontraba forma de localizarte. Tenía que contactar de alguna forma, porque sé que andas perdido, vagando entre nubes que no te dejan ver, y en el fondo sabes que ha llegado el momento de reaccionar.

Y puesto que soy consciente de que en alguna parte de ti sabes esta verdad, no se te ocurra decirme, como haces siempre, que es imposible ver la Luna.

¿Por dónde andarás, gladiador astral? ¿Sabes desde dónde te escribo?

Estoy sentado en una roca, como siempre que me dispongo a rescatar sombras. Delante de mí se está desplegando ahora y siempre ese divino espectáculo que es la serenata creada por las olas de bajamar, que, tímidamente intentan invadir la fría arena.

Ese vaivén deleita mis oídos, y la fresca brisa de la noche alegra mi rostro de cristal.

Y la Luna, señor mío, la Luna es quien ahora me apunta con su luz en esta aparente oscuridad.

Mira, anciano pueril, mira y busca la Luna en tu mundo. Apuesto a que está apuntando directamente a la inmensidad de tu abismo.

El mar es como un abismo. Cuando por la noche te sumerges en él y osas abrir los ojos, pareces estar envuelto en un infierno de tinieblas plagado de extrañas bestias que acechan y esperan arrastrarte hasta el fondo de tu eterna oscuridad.

¿Crees que has navegado mucho, joven marino?

¿No sabes dónde esta la Luna entonces, verdad?

Seguro que tú nunca te has detenido a disfrutar de lo hermoso que es ver la Luna reflejada en la superficie del mar, tan cerca de ti.

Nunca has visto cómo los seres más inocentes parecen resurgir de una Nada inquisidora cuando la oscuridad que lo envuelve se disipa con la luz del reflejo…

En los tiempos que corren, ya no hay que seguir creyendo inocentemente que el mundo y la vida se terminan en una línea que, de forma absurda, casi irreverente, intenta separar el Cielo de la Tierra.

¿Sabes, jovencito? Ya no hay gaviotas volando por la playa. Han volado todas más allá de las olas y del mar, con una esperanza… con un mensaje…

Es Sombra quien te da la espalda, quien te envuelve de nubes, quien agita el reflejo de la Luna en las aguas, hasta distorsionar su hermosa forma, y es por eso que las gaviotas de la playa han desaparecido en el interior de un túnel donde nadie es capaz de mirarte a la cara, porque nadie sabe quién eres.




En un puerto que hay al lado de esta playa trabaja un viejo pescador. Cada tarde, al acabar su agotadora jornada, ya no se siente orgulloso del sudor que alimenta a sus hijos, porque hace mucho, mucho tiempo, unas horas… unos años, perdió en altamar una red de pesca que le regaló su madre cuando era niño.

Siempre que vuelve de pescar llora el pescador por esa red perdida hecha por su madre, con todo su amor, tejida con jirones de su piel. La madre del pescador se desangró tejiendo la red que serviría de sustento a su hijo.

El pescador perdió la red en el mar, poco antes de morir su madre, y estaba tan ocupado buscándola que no le dio tiempo a despedirse de ella y darle las gracias por haberle enseñado a pescar.

Si, amigo, si. El pescador llora porque no puede ya alimentar a sus hijos, llora porque ya no tiene hijos que alimentar, porque nunca tuvo hijos…

¿Entiendes, Amigo del Reflejo?

Tú y yo sabemos que Sombra juega sucio, aunque desconoce quién soy yo, por eso quiero que se lo hagas saber…

No sé si lo harás, aún te encuentras atrapado en un tablero de ajedrez, en una lucha desenfrenada por mandar sobre el rey enemigo, en el seno de un territorio infectado por ojos brillantes agazapados entre los matorrales, cuyo silencioso aullido corta el aire y se proyecta en la noche.





Entonces el estremecimiento se adueña de ti; sientes miedo, mucho miedo… los insidiosos ojos se agrandan, te siguen, te asedian, y finalmente te acorralan dispuestos a devorarte y a embriagarse con tu sangre.

Es en ese momento cuando repentinamente despiertas y aún sudoroso y tembloroso, te sabes a salvo, y de alguna extraña y misteriosa forma, estás en paz.

Y es ese alivio quien, como el ronroneo de un gato, te sume de nuevo en el sueño de los torpes, renaciendo en ti el deseo de matar al rey rival. Y así pasar condenado por el resto de tus días a vagar entre cuadros negros y blancos sin saber sobre cuál posarte.  Y mientras tanto, Sombra seguirá implacable y sigilosamente moviendo sus fichas.

¿Cómo lo ves, amigo?

No muy lejos de esta playa vive un conde admirado y venerado por todos los súbditos de su feudo. En su mirada se refleja su suficiencia y su soberbia. Nadie se acercará a cuestionarle sus designios; nadie se acercará a secarle cuando su cabello se moje por la lluvia, nadie le contará historias divertidas que amenicen su jornada.

Quizás alguna osada sierva, por cuya alma lloran las ausentes gaviotas, se acerque con cariño al conde a preguntarle por qué tiene siempre los ojos tan tristes y decaídos, tan muertos… Pero corre el riesgo de ser humillada y desterrada de un lugar en donde todos tiran de la noria del conde.

Pero… ¿qué hace el conde cuando nadie lo está mirando? ¿cuál es su más íntimo secreto?

A veces, el rictus de su rostro no puede ocultar el dolor que siente, cuando las olas del mar le susurran acerca del hueco que desde incontables siglos tiene el conde en su pecho. 





De vez en cuando, la lírica del océano penetra en sus oídos en forma de baladas y canciones de amor, y entonces la nostalgia le envuelve como la bruma matinal cuando la marea trae a la orilla recuerdos de cuando de joven hacía locuras en el bosque, maravillosamente dulces y espontáneas, entregado en luz y carne a su amada.

El conde se pierde buscando en el horizonte un pedazo de su corazón, el cual se encuentra ya muy lejos de su cuerpo…

¿Te cuento una cosa?



Las gaviotas saben dónde mora el corazón del conde… Me han dicho que se encuentra sepultado en lo más profundo de las fosas abisales, en una gélida, oscura y solitaria tumba, donde nadie va a ponerle flores.



El conde nunca lo dice, pero yo sé… y tú también sabes… que en secreto anhela el advenimiento de un salvador que profane la gélida tumba del fondo del mar. Anhela volver a sentir el calor y el latir de su corazón en el pecho, y borbotones de sangre que vuelvan a irrigar su cuerpo como ríos de vida. Es un deseo que pide con cada estrella fugaz que es capaz de vislumbrar en noches como la de hoy, en las que la luna brilla más fuerte que de costumbre, a modo de presagio que se dibuja sonriente en el firmamento y aparenta ser más accesible a través del reflejo en la superficie del océano.

¿Quién será el mesías redentor?

¿Ves, amigo, ves? ¿Empiezas a comprender? Sí… sé que sí, noto como despiertas, comienzo a sentirte cercano…

Ahora que ya me has visto, hora es de que salte a tu lado del espejo; que con tus ojos que son mis ojos, contemples la estela que dibujan las gaviotas al surcar la noche de los tiempos; y que tus manos que son mis manos toques el reflejo de la Luna en el fondo de tu alma.





Ya te he encontrado en mi roca; ya me has encontrado en tu roca. Ahora debes saber que las gaviotas volverán a la playa con el corazón del conde palpitante de vida envuelto en la red del pescador… intacta y perfectamente hilada.

Es de eso de lo que hablan las olas…

El pescador se habrá liberado de agradecimientos y perdones; alimentará a sus hijos con la última carta dirigida a su madre, escrita en la escollera y entregada con amor al mar… dejando que se deshaga en mil destellos que dibujen el camino de regreso para el corazón del conde, desde su frío destierro.

En verdad debes saber, que es posible darle jaque mate a Sombra, pero sólo si osamos navegar juntos en la barca del pescador, junto con el conde, y también el anciano pueril, el gladiador astral y el joven marino, hacia la fuente misma, donde nace el amanecer, donde muere la noche, mucho más allá del horizonte.

Muhaken

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