viernes, 23 de septiembre de 2016

Otoño 2016


Y el otoño 2016, ha llegado, desplazando imperceptiblemente este verano tan tranquilo y dulce.

Otoño, época de la vida en la que comienzan a caer de manera natural todas aquellas ilusiones que se gestaron en la primavera de la vida, que eclosionaron con la energía de la juventud, que maduraron y por las que luchamos en verano.

Ahora muchos de aquellos viejos sueños han volado. Algunos se han desinflado por sí mismos, otros han terminado siendo abandonados por falta de visión, energía o determinación; otros permanecen eternamente latentes esperando que se den las condiciones adecuadas, aunque con la consciencia de que el tiempo restante para que esas condiciones confluyan es cada vez más escaso.

 Los días van siendo cada vez más cortos, y las noches más largas. Las ojas que los árboles dejarán marchar irán conformando un bello manto verdoso sobre los caminos. El olor, el aire, la luz van poco a poco invitando  a la introspección y comienzan a surgir preguntas importantes: ¿Quién soy yo? ¿Qué es Esto? ¿Qué haremos con el tiempo que nos queda?

Este verano ha sido un tiempo tranquilo, en casa, en la playa, en el campo, nada especial desde un punto de vista convencional, pero lleno de intimidad, y de contacto con la naturaleza, el mundo, los propios miedos y los propios apegos.


Personalmente he sentido una especial tristeza con la marcha de este verano. Quizas y seguramente, porque cada vez se hace más patente la fugacidad del tiempo.

¡Qué jodido es ese rollo del apego!

Sea como sea, sea bienvenido el otoño, y recibamos con júbilo su más importante enseñanza. El desprendimiento.

Muhaken


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