viernes, 12 de diciembre de 2025

La Reconciliación Radical

 LA RECONCILIACIÓN RADICAL






LA RECONCILIACIÓN RADICAL

Entre los innumerables gestos de la tradición zen, pocos poseen la resonancia silenciosa y universal del mudra gasshō: las manos unidas ante el pecho, las palmas tocándose suavemente, y el corazón abierto entre ellas. Un gesto sencillo y cotidiano, pero inagotable. Gasshō es, al mismo tiempo, saludo, reconocimiento, oración, agradecimiento y retorno.

Gasshō se escribe 合掌.

(gō / au): unir, armonizar, encontrarse, encajar.
Es un sinograma fascinante: aparece en disciplinas como aikidō (合気道), el camino de armonizar la energía vital; iaidô (居合道), el arte de desenvainar el sable, o más literalmente, la vía de la presencia en armonía con el momento.

合 también esta presente en otros términos como awaseru (合わせる), hacer coincidir, ajustar, unir y ma-ai (間合い), el espacio-ritmo exacto entre dos seres, lo que en términos modernos se podría traducir como "timing", utilizado extensamente en artes marciales.

En todos ellos, 合 expresa la convergencia, el punto donde dos fuerzas dejan de oponerse y comienzan a danzar juntas en armonía, con un mismo propósito o ji (志)

掌 (shō): palma de la mano, la parte que toca, acoge y sostiene.

Gasshō, literalmente, es “las palmas que se unen”, pero su sentido es mucho más amplio: habla de la reconciliación de lo fragmentado, entre lo que creemos que somos, lo que anhelamos ser, y lo que realmente somos.

Cuando unimos las palmas, también armonizamos nuestras propias energías internas. Gasshō es, en cierto modo, el ma-ai (timing) perfecto con uno mismo: el gesto en el que el conflicto se rinde, y la distancia entre nuestras partes disgregadas se desvanece hasta desaparecer.

En gasshō, el cuerpo y la mente regresan al centro. Las manos, que tantas veces actúan en direcciones opuestas, se reúnen en un único punto. Allí se funden: lo interno y lo externo; lo luminoso y lo sombrío que convive en nosotros y en el mundo; lo que aceptamos y rechazamos; lo que perseguimos y aquello de lo que huimos; nuestras contradicciones, deseos, heridas y resistencias, y nuestras más elevadas aspiraciones. 

Gasshō es una reconciliación radical

En su silencio se esconde una enseñanza sutil: cuando las palmas se encuentran, cesa la fractura. El yo, que se siente separado, múltiple y desgarrado, encuentra un camino de retorno a casa. Por eso este mudra se convierte en un puente hacia el otro, hacia la comunidad, hacia nosotros mismos. Es un gesto que acoge la sombra sin expulsarla, que reconoce al otro sin juzgarlo, que permite que las fuerzas internas que tiraban de nosotros en direcciones opuestas por fin se escuchen, se toquen y se integren. Gasshō es el lugar donde volvemos a ser uno.

Gasshō es un gesto patrimonio del acervo espiritual de la Humanidad. Lo encontramos en el hinduismo, el yoga; en el gesto de oración de la tradición cristiana; en ritos de Asia, África y Medio Oriente, etc

En todas las culturas, las manos unidas significan reconocimiento y unión.

El mismo significado late en la raíz etimológica de religión: re-ligare, "volver a unir aquello que se ha separado, reconectar con la totalidad de la que nunca hemos dejado de formar parte"

Gasshō es la expresión corporal más simple de esa intención.

En las tradiciones de la India, este gesto se conoce como añjali mudra

La palabra añjali (अञ्जलि) procede de la raíz sánscrita √añj (अञ्ज्), que significa juntar, ungir, honrar, celebrar, ofrecer. Añjali mudrā es el gesto de la ofrenda y de la unificación

Gasshō, en la práctica zen, es un gesto para todos los momentos de la vida y su presencia es constante:

Antes de zazen, para unificar cuerpo-mente antes de sentarnos.
Después de zazen, para sellar la práctica.
En las ceremonias, al ofrecer incienso, al recitar sutras, al postrarnos.
En las comidas (oryoki), al recibir los alimentos y bendecirlos.
En el trabajo (samu), para recordar que la vida cotidiana es la práctica.
Al saludar a un hermano o hermana de la sangha, reconociéndonos en él o ella; reconociendo su naturaleza de Buddha, que es idéntica a la nuestra.
En cualquier instante del día, cuando sentimos que nos dispersamos y deseamos regresar al hogar interior.

Gasshō es una puerta siempre abierta, no requiere preparación ni condiciones, solo presencia y entrega sencilla, sin aspavientos.

El mudra gasshō es, finalmente, un sello: un sello que certifica que estamos plenamente integrados en el Cosmos del que formamos parte indivisible, y que nunca hemos dejado de estarlo, igual que una ola nunca ha dejado de ser océano.

Aunque estemos perdidos, aunque hayamos tenido un día doloroso, aunque la práctica se haya debilitado, al menos no nos dejemos opacar del todo, y aunque sea una sola vez, entreguémonos al gesto: unir las manos, inhalar suavemente, exhalar soltando... y ofrecer una pequeña reverencia al misterio que sostiene nuestra vida. “Hágase tu voluntad…

Y así, con las manos unidas y el corazón cálido, reiniciamos el camino, una y otra vez.

  ** Muhaken **

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